martes, 26 de julio de 2016

Desayuno un DOMINGO

Recordé que la primera salida con Martín había sido un viernes. El sábado no pudimos vernos (igualmente era muy pronto) y hablamos para vernos el domingo.

Él tenía el mediodía y la noche ocupados, y yo la tarde. No me acuerdo si podíamos dejarlo para otro día, pero decidimos que la segunda cita iba a ser el domingo a la mañana.

Verano, calor, no saber que ponerme, un horror! A eso se le suma que llegué primero al lugar pactado. El desayuno estuvo bien. Ahí me dice que no tenía ganas de jugar el partido de fútbol que tenía al mediodía ¿Por qué no lo dijo antes?

Después del desayuno, y con el calor que hacía, ni daba ir a “pasar la mañana” a una placita. Fuimos al auto, empezamos a dar vueltas y no me decía a dónde ir. Me quería dar besos mientras manejaba y no daba. Andábamos sin rumbo. A mí no copa manejar y como tengo pocas pulgas le dije “bueno si no me decís a donde podemos ir, me voy a mi casa”. Lo dejé en la parada de su bondi (no pensaba volver a ese barrio peligroso).


Al término de esa cita ya no estaba tan contenta como al término de la primera. Pero él se iba una semana de vacaciones y después yo viajaba el finde largo, así que íbamos a tener unos días sin vernos.

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